¿Contento con la serie El barco?
Sí. Y mi papel es muy placentero.
¿Disfruta haciendo de malo? Porque Gamboa lo es, y mucho…
Sí, aunque ser malo resulte agotador. Pero es un personaje muy interesante, con mucho color, que te da libertad para poner cosas que no te permitiría un protagonista, del que ya se conoce su línea ética y moral.
¿No le dan bolsazos por la calle?
Nunca me han agredido. La gente a veces sonríe y dice: «Acá está el malo», pero con cariño.
Tuvo un comienzo complicado con Belén Rueda.
Como siempre la he admirado, estaba muy nervioso y emocionado por compartir escena con ella. Pero cuando leí en el guion que en las primeras secuencias me cogía de los huevos, me dio un bajonazo.
¿Qué tiene El barco?
Me imagino que gusta por su temática, muy nueva para la ficción española, y para la de habla hispana, por lo que no era fácil que el público la acogiera. Sin embargo, así ha sido. Esta serie tiene tres factores que siempre están en juego: la naturaleza contra el hombre, el hombre contra el hombre y el hombre contra sí mismo. La mayoría de las series solo manejan dos variables. Aquí la tres aceleran tangencialmente la otra: es diferente enamorarse en el fin del mundo, odiar en el fin del mundo… Y está muy bien realizada. Los guionistas manejan muy bien el tema de la ciencia, pero también los humanos.
¿Y los efectos especiales?
Yo los veo solo como un servicio para contar la historia. El público valora las situaciones humanas.
Pero sorprenden, siendo una ficción española.
A mí me impresiona el trabajo que se ha hecho en este aspecto. Pero España tiene el mismo poderío que EEUU para hacer series y películas. Como extranjero, me extraña que se comparen.
Y abunda la gente guapa. ¿Las veinteañeras suspiran por Ulises y las treintañeras por Gamboa?
Estoy encargado del departamento de antigüedades (ríe). Yo vengo de un lugar donde se ha tratado de manipular la fórmula de la gente guapa en televisión, y de 100 han fracasado 98. España está entrando en esto. Pero los actores de El barco son jóvenes con talento. Mario Casas lo da todo.
¿Piensa quedarse en España?
Soy realista. Para que me salga un personaje en una serie como El barco en España, pueden pasar otros 45 años. Habrá ires y venires.
¿Huyó de los culebrones?
Mi objetivo siempre fue dejar un poco ese mundo, aunque no reniego de él, porque se lo debo todo. Yo los veo como un servicio social, porque Colombia tiene dos millones de desplazados, violencia, guerrilla, y los actores tenemos allí una función muy importante. Pero cualquier actor quiere trabajos de más calidad.
¿Con qué series sueña?
Con Hispania, aunque, obviamente, por mi acento, no encajaría. Con Los protegidos, con Cuéntame…
¿Haber vivido en la selva le hace idóneo para ir a Supervivientes?
No participaría jamás… ¡Jamás!
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